El deporte profesional siempre ha estado marcado por la ambición, pero en los últimos años la imparable expansión de las ligas profesionales en todo el mundo plantea una cuestión importante: ¿más significa siempre mejor?
El atractivo de la expansión
Para los directivos de las ligas y los propietarios de los clubes, la expansión suele considerarse la estrategia de crecimiento definitiva. Nuevas franquicias aportan mercados frescos, atraen a nuevas aficiones y abren la puerta a contratos televisivos millonarios. La NBA, la Major League Soccer (MLS) e incluso competiciones europeas como la Liga de Campeones de la UEFA han coqueteado con añadir más equipos o reestructurarse para llegar a públicos aún no conquistados.
La lógica es sencilla: más equipos significan más oportunidades de ingresos. Entradas de estadio, merchandising y suscripciones en streaming crecen cuando los aficionados sienten que su ciudad, su comunidad o incluso su país están representados. La expansión también permite a las ligas plantar su bandera en mercados emergentes donde el deporte todavía se está desarrollando, creando así una huella global.
La ecuación económica
Aunque la parte financiera resulta atractiva, también existe un equilibrio delicado. Añadir demasiados equipos demasiado rápido puede diluir la calidad de la competición. Si el talento se reparte en exceso, el nivel de juego puede bajar y los aficionados podrían perder interés. Esta ha sido una crítica recurrente a la MLS, donde la rápida expansión ha generado dudas sobre si todas las plantillas cuentan con jugadores de máxima calidad.
Además, las tasas de entrada de nuevos equipos—aunque lucrativas—son a menudo una ganancia a corto plazo. La verdadera prueba llega después, cuando las franquicias deben mantenerse a través de una afición fiel e inversiones locales. Si los nuevos equipos no logran atraer público o patrocinadores, las ligas se arriesgan a tener clubes inestables que debiliten el producto colectivo.

Tradición frente a innovación
Uno de los debates más intensos en torno a la expansión toca la identidad misma del deporte. Muchos aficionados valoran la tradición, las rivalidades históricas y la sensación de exclusividad que implica seguir una liga consolidada. La expansión rápida, en cambio, puede percibirse como una comercialización que socava esa herencia.
Un ejemplo claro lo encontramos en el fútbol europeo. La polémica propuesta de la Superliga europea en 2021 fue recibida con indignación precisamente porque cuestionaba las tradiciones de las ligas domésticas y el mérito deportivo. Los aficionados se rebelaron porque sentían que aquella expansión no buscaba mejorar el juego, sino maximizar beneficios para unos pocos clubes.
Esto plantea una pregunta clave: ¿debe la expansión priorizar el crecimiento financiero o la esencia del deporte?
La perspectiva de los jugadores
Los jugadores tampoco son ajenos a los efectos de la expansión. Más equipos significan más partidos, y con ello aumentan las exigencias físicas y mentales. En deportes como el fútbol o el baloncesto, donde el calendario ya está saturado de ligas, copas y competiciones internacionales, la expansión puede contribuir al desgaste de los jugadores.
Además, con el talento repartido entre más franquicias, los jóvenes pueden verse forzados a asumir roles para los que aún no están preparados. Aunque esto puede generar oportunidades, también puede provocar competiciones desiguales y frustración entre los aficionados que esperan un alto nivel. El equilibrio entre dar exposición al talento emergente y mantener la élite competitiva es frágil.
Globalización frente a identidad local
La expansión también está vinculada a la tendencia de la globalización del deporte. Las ligas ya no se conforman con seguidores locales o nacionales; buscan conquistar audiencias internacionales. Esto explica por qué la NBA organiza partidos en París, la NFL viaja a Londres y Fráncfort, o los clubes de fútbol realizan giras de pretemporada en Asia y Norteamérica.
Sin embargo, la expansión global puede, en ocasiones, alejar a la afición local, los mismos seguidores que cimentaron la liga desde sus inicios. Equilibrar la ambición global con la identidad local sigue siendo uno de los mayores retos. Cuando se hace con cuidado, las ligas pueden lograr ambas cosas; cuando se hace mal, se arriesgan a perder autenticidad.

La afición y el riesgo de saturación
Los aficionados son el alma de cualquier liga profesional. La expansión ofrece a nuevos públicos la posibilidad de conectar con el deporte, pero también conlleva el riesgo de la saturación. Si se disputan demasiados partidos, si la temporada parece interminable o si los enfrentamientos pierden relevancia, los aficionados pueden desconectarse.
Esto es especialmente relevante en un mundo dominado por el streaming, donde la atención es limitada y las opciones de entretenimiento son infinitas. Ligas que antes prosperaban gracias a la escasez—cuando cada partido se sentía como un acontecimiento—corren el riesgo de diluir su producto al añadir más equipos y más jornadas. Para la afición, la escasez suele equivaler a valor, y el exceso puede derivar en indiferencia.
Lecciones para el futuro
La pregunta persiste: ¿cuánto crecimiento es demasiado? La expansión no debería medirse solo en términos de beneficios económicos. Las ligas más exitosas serán aquellas que piensen en la sostenibilidad a largo plazo de su producto, en la calidad de la competición y en la voz de la afición.
La expansión puede impulsar el progreso, pero un crecimiento descontrolado corre el riesgo de crear una burbuja que dañe los mismos deportes que la gente ama. Igual que en economía, el crecimiento debe ser gestionado con responsabilidad para evitar el colapso. Las ligas deben avanzar con cautela, asegurándose de que cada paso adelante fortalezca, y no debilite, la base de su deporte.
Conectando el debate con SIA Academy
En SIA Academy, reflexionamos constantemente sobre dinámicas similares, aunque a otra escala. Del mismo modo que las ligas profesionales deben equilibrar crecimiento y calidad, nosotros nos aseguramos de que, al acoger a más jugadores en nuestros programas, la formación individual de cada futbolista siga siendo nuestra prioridad. Expandirse por expandirse no es suficiente; el crecimiento debe ser intencionado, sostenible y alineado con los valores. Nuestros entrenamientos, competiciones y planes personalizados están diseñados no solo para multiplicar oportunidades, sino también para mantener un alto estándar de excelencia. De este modo, las lecciones del debate sobre la expansión en las ligas profesionales se reflejan directamente en nuestra misión: crecer con responsabilidad mientras preservamos la calidad y la pasión que hacen del fútbol algo especial.