De la victoria en el campo a la revolución fuera de él, la selección femenina de fútbol de España ha redefinido lo que significa ganar.
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Una victoria histórica que sacudió al mundo
En el verano de 2023, la selección española femenina de fútbol logró lo que antes se consideraba improbable: se proclamó campeona del mundo. Venciendo a Inglaterra en una final tensa y cargada de emoción, España no solo alzó por primera vez el trofeo de la Copa Mundial Femenina de la FIFA, sino que también escribió su nombre con letras doradas en la historia del deporte. No fue solo una victoria, fue un cambio de paradigma.
El partido fue una exhibición de brillantez táctica, resiliencia emocional y unidad inquebrantable. A pesar de los problemas internos con la federación y una disputa pública con su entrenador, la química del equipo en el terreno de juego fue indiscutible. Olga Carmona, autora del gol de la victoria, se convirtió en un símbolo de temple bajo presión, mientras que Aitana Bonmatí dominó el centro del campo y se llevó el Balón de Oro como mejor jugadora del torneo.
Su triunfo resonó mucho más allá del terreno de juego. Enviaron un mensaje claro al mundo: el fútbol femenino ha llegado para quedarse, y merece tanto atención como respeto.
Un camino lejos de ser fácil
Antes de la gloria, hubo lucha—profunda, sistémica y personal. Solo unos meses antes del Mundial, quince jugadoras de la selección abandonaron el equipo en protesta, alegando preocupaciones por su salud mental y las condiciones de trabajo bajo el mando del entrenador Jorge Vilda. Esta crisis interna podría haber desmoronado a cualquier equipo, pero la selección española lo utilizó como combustible. Las que se quedaron—o regresaron—lo hicieron con un propósito claro.
La tensión entre jugadoras y directiva fue una sombra constante, pero también sirvió para iniciar una conversación necesaria sobre reformas institucionales, profesionalización y derechos de las deportistas. En lugar de derrumbarse bajo la presión, las futbolistas españolas se alzaron, demostrando al mundo que la excelencia puede emerger incluso en medio de la adversidad.

Un terremoto cultural en España
España es un país que vive el fútbol con pasión. Durante décadas, sin embargo, esa pasión se ha centrado casi exclusivamente en el fútbol masculino. Eso cambió la noche de la final del Mundial. Millones de españoles, desde grandes ciudades hasta pequeños pueblos, se conectaron para ver el partido. Las celebraciones estallaron en plazas, bares y hogares. Por primera vez, niñas de todo el país se vieron reflejadas en campeonas vestidas de rojo.
La victoria del equipo se convirtió en un evento nacional, trascendiendo el género y el deporte. Encendió debates en programas de televisión, inspiró obras de arte y obligó a los medios de comunicación a replantearse cómo cubren el deporte femenino. Las ventas de productos de la selección femenina se dispararon. La asistencia a los partidos de la Liga F aumentó notablemente en los meses siguientes. Lo más importante: se produjo un aumento drástico en la inscripción de niñas en escuelas de fútbol base en todo el país.
El fútbol femenino dejó de ser algo "secundario". Ahora es mainstream, rentable y magnético.
Un impacto global: ondas expansivas más allá de las fronteras
El éxito de España tuvo repercusión internacional. En muchos sentidos, el equipo se convirtió en referente de un movimiento más amplio. Otras federaciones tomaron nota de lo que España había tenido que superar internamente para alcanzar la gloria, y ello provocó un examen más profundo de la gobernanza, la equidad de género y la inversión en el fútbol femenino.
La propia FIFA se vio presionada para aumentar la paridad en los premios económicos y ofrecer mayor apoyo a los torneos femeninos. El mundo empresarial también despertó: marcas que antes dudaban en patrocinar a atletas femeninas ahora buscaban asociarse con estas nuevas iconas. Las jugadoras españolas se convirtieron en embajadoras globales, no solo del fútbol, sino del empoderamiento femenino.
De alguna manera, su victoria en el Mundial se transformó en un modelo de lo que puede llegar a ser el deporte femenino cuando el talento se combina con la oportunidad—incluso en contextos de resistencia institucional.
Rompiendo el silencio: la controversia de Rubiales
Sin embargo, no se puede contar esta historia sin mencionar la controversia que la siguió. En plena celebración, el presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, besó en los labios a la jugadora Jennifer Hermoso sin su consentimiento. El momento, captado en televisión en directo, generó una indignación masiva.
La declaración de Hermoso, afirmando que el beso no fue consentido, encendió un incendio mediático y social. Lo que debía ser un momento de pura celebración se convirtió en un catalizador para el cambio. La negativa de Rubiales a dimitir y su actitud desafiante alimentaron aún más las protestas. Así nació el movimiento “Se Acabó”, que trascendió el deporte y se expandió a los espacios laborales y sociales de todo el país.
Las jugadoras se negaron a regresar a la selección hasta que se produjeran cambios estructurales reales. Gracias a la presión pública, el apoyo internacional y el firme activismo de las futbolistas, Rubiales dimitió y Vilda fue destituido. Fue un ejemplo claro de cómo el activismo de las atletas puede traducirse directamente en responsabilidad institucional.

Un legado aún en construcción
Lo que consiguió la selección femenina española fue mucho más que un título—fue un cambio sísmico. Cambiaron la forma en que un país ve a sus deportistas, cómo el mundo ve a las mujeres en el deporte y cómo las instituciones deben responder ante exigencias de justicia y equidad.
Su camino—de la protesta al podio, de la división interna a la unidad internacional—es una muestra del poder de la resiliencia. No solo ganaron un trofeo. Inspiraron a una generación, sacudieron estructuras de poder obsoletas y empujaron al fútbol femenino hacia una nueva era.
Hoy, las consecuencias de su triunfo siguen desarrollándose. Se están destinando más recursos a programas de base, la cobertura mediática es cada vez más equilibrada, y lo más importante: las jóvenes futbolistas ahora sueñan en grande. Porque esta generación dorada ha demostrado que la gloria es posible, y que a veces, la victoria significa mucho más que el pitido final.
Inspirando a la próxima generación en SIA Academy
En SIA Academy, la increíble trayectoria y el triunfo de la selección femenina de España han sido una fuente de inspiración poderosa para nuestras jugadoras, especialmente para las jóvenes mujeres que se forman con nosotros. Su historia refuerza nuestra misión de ofrecer un entorno inclusivo y de alto rendimiento, donde el talento pueda desarrollarse sin importar el género. Estamos más comprometidos que nunca con el desarrollo de programas de entrenamiento individualizados, la promoción del liderazgo dentro y fuera del campo, y la garantía de que nuestras futbolistas reciban el mismo nivel de apoyo profesional y visibilidad que los hombres. La victoria del equipo español demuestra que, cuando se ofrecen las herramientas, la orientación y las oportunidades adecuadas, la grandeza no solo es posible—es inevitable. En SIA Academy, nos sentimos orgullosos de formar parte de ese legado creciente, ayudando a forjar a las campeonas del futuro.